Como equipo analizamos cómo ha evolucionado
el proceso de reformas constitucionales a través del tiempo y opinamos que aunque en un principio las Constituciones
nacen con vocación de inmutabilidad, las Constituciones son hijas de su tiempo;
es decir, la Constitución perdurable no existe, ni ha existido, ya que las
Constituciones deben adecuarse a la cambiante realidad de cada momento
histórico. Por ello, se hace necesario prever en la propia Constitución los
mecanismos de su reforma.
Históricamente
el problema de la reforma está ligado al de Constitución escrita y rígida; es
una de las garantías constitucionales para asegurar la supremacía de la
Constitución como norma suprema del ordenamiento jurídico.
La
fijación en el propio texto de un procedimiento especial de reforma, distinto
del legislativo ordinario, subraya la vocación de permanencia y estabilidad en
el tiempo y la solemnidad que debe revestir la modificación de la norma
suprema; se tratan de evitar tanto una excesiva facilidad que pudiera poner en
peligro la estabilidad del Estado, como una excesiva rigidez, que vuelva
imposible la reforma.
Además
deben de tenerse en cuenta los fines que persigue la reforma como por ejemplo
adaptar la realidad jurídica a la realidad política; colmar lagunas; preservar
la continuidad del Estado
Podemos decir entonces que desde 1983, pasando por 1991 hasta este
día, la Constitución sigue siendo el escudo por medio del cual algunos sectores
se defienden y otros reclaman derechos. Tres décadas tiene de vida la máxima
ley del país, varias generaciones han estado bajo su cobijo, pero los tiempos
avanzan y las realidades son cambiantes, existen suficientes razones para
analizar su vigencia, en el vigésimo tercer aniversario de la Firma del Acuerdo
de Paz, que hizo importantes reformas a la Constitución, es un espacio propicio
para discutir las nuevas reformas que exige la nueva realidad.
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